DE FERIA EN FERIA “Ya no hay feria sin sorpresas. El premio por la osadía suelen ser algunas páginas en la prensa”

Nos pasa a todos. A los diseñadores, cuando tratan de dar forma a una nueva idea. A los productores, cuando intentan acercarse a un mueble sin ver antes el coste de los moldes que la pieza. A los empresarios que,  a veces, parecen vigilar con más cuidado los movimientos de la competencia que la producción propia. Y a los periodistas, que nos arrastramos por las ferias buscando qué contar y, cuando hay suerte,  tratando de entender. Nos movemos todos en la misma pecera porque todos buscamos algo parecido: dar con lo nuevo, justificar el renacer anual de personas, empresas, productos y… la Feria. Por eso cada vez nos acercamos con más dudas y con menos curiosidad. Sabemos a lo que vamos. Valencia, Milán, Estocolmo o Colonia, en cualquier ciudad, la misma pregunta: ¿Por qué seguimos acudiendo a la feria? ¿Qué nos hace regresar cada otoño a Valencia? ¿Qué buscamos entre los muebles?

SORPRESAS // Alguien tiene que estirarse en cada feria. Los productores y los diseñadores lo han entendido. Los periodistas lo buscamos. Ya no hay feria sin sorpresas. El premio por la osadía suelen ser algunas páginas en la prensa. Luego queda el stock de la broma.  Lo de la sorpresa puede funcionar pero… traten de definir ese término escurridizo.  Evidentemente hay, se diría, profesionales de la sorpresa. Pero ¿a quién pueden sorprender ya? Lo que realmente sorprende no busca nunca sorprender. La sorpresa, cuando se da –en el siglo XXI- es ya un efecto colateral. Los riesgos, tanto como no correrlos, tienen unas consecuencias. Asumir las consecuencias es complicarse la vida. La salida fácil es complicársela a un cliente y a un productor. Hoy más que nunca lo más difícil de hallar en una feria es una grata sorpresa. Por eso valen tanto.

ESTRELLAS // A nadie le gusta tratar con ídolos caídos. Y las ferias, sin excepción, tienen todas su sección de cementerio de elefantes. Puede resultar cómico. Pero no es agradable. Es un trago ver por el suelo lo que has admirado, sin poder, siquiera, ofrecer una mano. O una copa, según los casos. Pero hasta el barro ofrece lección. Cuando sucede, cuando los mejores se dan de bruces, se produce un momento de gran belleza: el de la duda. Uno no sabe si el que ha cambiado es uno o el otro, el admirado. Y, sin saberlo, tampoco sabe si el cambio ha sido para bien o para mal. De ahí la duda. ¿Quién es el que ha dejado de ver? ¿Quién se ha quedado atrás? Esa duda es toda una lección que, como tal, cuesta aprender.

GUSTO POPULAR // El gusto popular es una frase hecha acuñada, ahí no cabe duda, por alguien con pocos amigos, es decir, poco popular. Que se critique el consumo de mobiliario de buena parte de la población mientras no se produce una alternativa (real) es un esnobismo no ya sólo poco popular, también rotundamente antiestético. Desde los tiempos de la Reina Victoria en que la revolución industrial hizo necesario que los empresarios encontraran clientes para todos los cachivaches que decidían fabricar, se forjó la leyenda del mal gusto del pueblo. O lo que es lo mismo, desde el momento en que todos pudimos llenar la casa con muebles que no necesitamos se acuñó la equivalencia entre popular y vulgar. Pero ¿quién produce lo vulgar? ¿Quién se atreve a hacerlo? En los últimos años hemos visto cómo empresarios de la porcelana se ríen de su producto. Se ríen, pero siguen produciéndolo. Cuando generaciones de fabricantes hayan vendido suficientes bibelots a generaciones de consumidores que buscan algo más, tal vez, con suerte, les queden unos años para fabricar lo que de verdad les gusta. A ver si entonces nos gusta a todos.

MANTENIMIENTO // No hay en toda la industria española, ni en toda la industria del mueble del mundo, una empresa como la Coca Cola. Nadie, absolutamente nadie, puede permitirse en el mundo de los muebles un trabajo de mero mantenimiento. Ni la mítica Artek, que todavía vende los muebles de Alvar Aalto, puede quedarse quieta sin alterar maderas o contactar a un olfato como el de Tom Dixon. Otro mito, Vitra, cambia cada poco tiempo su asesor de color. Renueva así su producción: cambiando sin cambiar. Altera los colores y acabados de sus clásicos para que sean los mismos pero nuevos. ¿Nuevos? ¿Qué es lo nuevo?

NUEVOS // Ojo con los nuevos porque nos harán viejos. Los viejos que se pasean por las ferias no son, en realidad, viejos. Se nota quién pisa ferias y quién se queda en casa sin nada que aprender. Además, ojo con el acné. En la misma cara de los veteranos obcecados están los jóvenes soberbios, los que creen que la osadía puede serlo todo o quienes consideran que innovan, o aportan, sólo porque su tremenda ignorancia no les permite ver lo que se hizo antes. Lo nuevo de verdad no nace de jóvenes ni de viejos. Nace del rigor. Y con poco miedo de no resultar original. Se puede hacer un nuevo producto a partir de una interpretación. ¿Qué es una silla sino una forma, otra más, de sentarse?

DISEÑADORES // Las ferias se empeñan en que el título de buen diseñador haya que renovarlo cada año. Y con semejante ritmo de pecado va la penitencia. Ya no son los productos los que son buenos o malos. Vivimos en una época que hace que cada año los diseñadores sean prometedores o fracasados, buenos o copiones, relamidos o inspirados según la pieza que presenten. Se juzga el todo. Tanta metamorfosis sólo puede tener un objetivo: la venta. ¿Qué se vende en la feria? ¿Muebles? ¿Revistas? ¿Mandatos políticos?

VALENCIA // A Valencia le han hecho muchas trastadas. No vamos a recrearnos en la mala suerte de tener un Foster del montón o de que Calatrava se soltara el pelo precisamente aquí, donde nació. Como ciudad, Valencia es como un puerro, maravillosa por dentro, pero prescindible por fuera. Arquitectónicamente le ha sobrado dinero. Y le ha faltado contención. No es que deba haber ciudades ricas y ciudades más discretas. Es que, lo sabía Albert Camús, una ciudad con sol es menos pobre. Y a veces Valencia parece que no se ha creído mucho lo del valor del sol. Así las cosas, ¿qué ocurre con la Feria? Hasta ahora ha demostrado que sabe ponerse al día. Cuando ha hecho falta ha crecido. Ha invertido en instalaciones. Ha invitado a productores y prensa extranjera. Ha ideado el “Nude”, un salón paralelo donde los jóvenes pueden exponer sus propuestas, a la estela del “Satélite” de Milán o el “Greenhouse” de Estocolmo pero…. siempre así, a la estela ¿sin luz propia? Nos falta algo. ¿Para cuándo una iniciativa propia en esta tierra de artistas incontenidos? Permanecemos a la escucha.

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